En nuestro trabajo nos proponemos llevar a cabo una investigación filosófica, de corte fenomenológico, del concepto de “hospitalidad”. Ciertamente, vivimos en un mundo y un momento histórico especialmente sensible a la hospitalidad. Por una parte, el fenómeno de la globalización supone el constante flujo de culturas, etnias, costumbres e ideologías, ante lo cual la cuestión acerca de la aceptación y acogida, o rechazo, se vuelve crucial. Por otra parte, las crisis que en las últimas décadas está sufriendo nuestro mundo (la crisis económica, ecológica, la sanitaria a raíz del Covid-19, las crisis migratorias…) muestran la vulnerabilidad y radical exposición de nuestro mundo al arribo de lo inesperado e imprevisto, y ello a pesar de los continuos esfuerzos por establecer lógicas de previsión y control.
En último término, y desde una perspectiva más propiamente filosófica, se trataría de pensar nuestra radical exposición (en tanto individuos y en tanto sociedad) a la alteridad, al arribo de lo otro y del otro. De este modo llevaremos a cabo nuestra investigación a partir de una lectura de Jacques Derrida, autor que ha trabajado con esmero el concepto de “hospitalidad”. En particular, tendremos ocasión de tratar la cuestión de l’arrivant (el/lo arribante), y de establecer un diálogo con las “fenomenologías del acontecimiento” contemporáneas (Jean-Luc Marion, Henri Maldiney, Claude Romano, etc.). Cabe señalar que, puesto que la hospitalidad está inevitablemente unida a la alteridad, también trabajaremos a autores como Emmanuel Lévinas o M. Buber.
Para todo ello, y ocupando un lugar central en nuestro trabajo, se explorará la dialéctica derridariana entre la hospitalidad condicionada y la incondicionada, dialéctica que será planteada con vistas a responder a la siguiente cuestión: ¿en qué consiste la acogida propia de la hospitalidad? Por un lado, desde el paradigma de la hospitalidad condicionada, el otro que llega es acogido dentro de los límites de una relación pactada, reglada, con derechos y obligaciones precisas que constituyen las condiciones. Por otro lado, la incondicionalidad de la hospitalidad implica la incondicionalidad de una entrega al otro-absoluto. Es, entonces, en la hospitalidad incondicional donde el otro-que-llega es verdaderamente arribante (arrivant). La tensión dialéctica se muestra, en el pensamiento de Derrida, irreductible a uno solo de sus polos, y ahí radica la dificultad, pero también el dinamismo, del concepto de “hospitalidad”. Para ejemplificar y profundizar esta dialéctica llevaremos a cabo un comentario de la película de los hermanos Dardenne, La fille inocnnue.
Así pues, presentamos aquí una investigación fenomenológica acerca del eidos de la hospitalidad, que se mostrará íntimamente vinculada con la cuestión de la alteridad, partiendo fundamentalmente del pensamiento de J. Derrida y de un análisis de la película La fille inconnue.
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Rossana Ponce de León Leiva
Comentó el 10/12/2020 a las 16:02:53
Muy interesante la presentación y la posterior reflexión de Ignacio y Ramón. Quisiera señalar que me parece importante aludir a la ética judía que está presente en Lévinas, fundamentalmente con el Rostro (ese concepto está en la Torá) y con la responsabilidad que mueve hacia la viuda, el huérfano, el extranjero. Sobre este último, es interesante la diferencia entre el Néjir (el extranjero para el judío) del Xénos (el extranjero para el griego), para llevar la discusión hacia las políticas migratorias, que serían el elemento más práctico donde se muestra la hospitalidad.
Por otra parte, ya yendo un poco más a Derrida, me resulta muy interesante que se resalta en la Hospitalidad Condicionada la identificación, la vinculación con la Familia, tema que está abordado en Glas, especialmente la familia (cristiana) de Hegel, en la columna izquierda que parece estar cuestionada por la falta de familia de Genet, en la columna derecha, por eso te quería preguntar si crees tú que la hospitalidad incondicionada podría también ser una ruptura con la familia cristiana, un cuestionamiento a toda familia o a esa familia...
Muchas gracias de nuevo por tu ponencia, Ignacio.
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Ignacio Vieira
Comentó el 10/12/2020 a las 18:09:39
Gracias por tus comentarios, Rossana. Muy interesante lo que indicas acerca del trasfondo ético-judío en todos estos planteamientos, sin duda muy presente en el pensamiento de Lévinas.
Con respecto a tu pregunta, reconozco que se trata de una cuestión que no me había planteado, así que tendré que considerarla con mayor detenimiento.
Me atrevería a decir que estas ideas acerca de la hospitalidad podrían dar pie a considerar una des-limitación del concepto de familia. Y pienso aquí la des-limitación en el sentido en el que Heidegger interpreta el concepto de "apeiron". En este sentido, en tanto la hospitalidad absoluta supone una apertura más allá también de los límites familiares, podríamos pensar una especie de ejercicio de des-limitación que ampliara, o cuestionara, los márgenes consolidados de la "estructura de emplazamiento" que pudiera suponer la familia cristiana, por ejemplo (u otros modelos).
Gracias por tu interés.
Un cordial saludo,
Ignacio Vieira
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Ramón Torres Villegas
Comentó el 10/12/2020 a las 10:33:44
Muy buenas Ignacio, en primer lugar enhorabuena por el trabajo realizado al igual que por su ponencia.
Tendría varias preguntas en base a dicho concepción de hospitalidad. En primer lugar, ¿Qué similitud o diferencia encontrarías entre el concepto judeocristiano de caridad y dicha noción de hospitalidad? ¿Dicha hospitalidad, se definiría más bien como una actitud pasiva, de recepción, o estaría dispuesta a la vida activa -asemejándose así más al concepto de caridad-. Por último preguntar, ¿Cómo interpretarías la actualidad de los acontecimientos, donde el ``rostro´´ se ve mutilado por las mascarillas y el ``otro´´ se convierte en sujeto continuo de sospecha? ¿Crees que esta serie de acontecimientos podrían tener su materialización política a medio-largo plazo, configurando o apoyando de algún modo algún tipo de política de la sospecha frente al ``extraño´´?
Muchas gracias nuevamente y enhorabuena.
Un saludo,
Ramón.
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Ignacio Vieira
Comentó el 10/12/2020 a las 13:18:50
Muy buenas, Ramón. Antes que nada, permíteme agradecerte tus preguntas, y no solo por el interés que muestran, sino también por lo relevantes que son.
Son preguntas complejas, y que podrían dar lugar a un diálogo más que interesante. Te respondo consciente de que mis palabras tienen un carácter en cierto modo provisional, pues, como digo, son preguntas que requieren de una demora y extensión mayor en su respuesta.
a) Con respecto a la relación hospitalidad-caridad podrían plantearse diferentes perspectivas. Por una parte, quizás podría pensarse la hospitalidad como una secularización de la caridad. Ahora bien, y esto es fundamental, ¿cómo entender esta secularización? ¿como mera traducción de los términos? ¿o será más bien que en esta secularización del concepto opera una transformación del mismo? Yo me decantaría por lo segundo. Y ello por varios motivos. En primer lugar, porque la hospitalidad ya no cabría ser entendida en calidad de "precepto moral", como sí podría ser entendida la caridad. La hospitalidad podría entenderse como un "existenciario" (Heidegger), una forma de estar en el mundo del existente caracterizada por la radical apertura a la llamada de la alteridad. Tendría, así, un carácter más fenomenológico-descriptivo que moral-prescriptivo.
Por otra parte, si pensamos desde la radicalidad de Lévinas, por ejemplo, cabría decir que la hospitalidad ante el otro es una relación vertical, más que horizontal. Así, si entendiéramos la caridad como un "amar al otro como a ti mismo", tendríamos que decir que esta tiene una estructura horizontal. La hospitalidad del Rostro (Lévinas) consistiría, sin embargo, en anteponer al otro, suponiendo, pues, una entrega absoluta. (Como ya digo, el pensamiento levinasiano es muy radical al respecto)
Por terminar con esta cuestión, te daré un punto de vista más personal. Creo que cabría pensar en la hospitalidad como la experiencia-fuente, la experiencia originaria, que funda la interpretación religiosa de la caridad. Es decir, hay sin duda, como tú has apreciado, relación entre la hospitalidad y la caridad. Yo señalaría que la hospitalidad y la entrega al otro es una experiencia fenomenológica y ontológicamente anterior, sobre la cual se funda la experiencia-interpretación judeo-cristiana de la caridad (con sus propios matices ya).
b) La hospitalidad suele definirse en términos pasivos: acogida, recepción, receptividad, ser apelado... Esto responde, por un lado, a una necesidad propiamente fenomenológica. Pues en la descripción de la experiencia se aprecia este cariz de receptividad: la hospitalidad tendría que ver con un hacer-hueco, un aclarar un espacio para el otro que llega o adviene. Sin embargo, no es menos cierto que esta cuestión también responde a necesidades metodológicas. Tenemos que pensar que estas fenomenologías contemporáneas pretenden desmarcarse de modelos modernos e idealistas. Es así como el énfasis en la pasividad, en la afección (ser-afectado) pretendería "contrarrestar" la herencia moderna de un sujeto (idealista) que pone (setzen) la realidad. En esta misma línea, el otro, el otro absoluto, el Rostro (Lévinas), es aquel que adviene desde su propia iniciativa, sin estar en su advenimiento condicionado por aquellas condiciones de posibilidad que una subjetividad impusiera. (He aquí, pues, la necesidad propiamente fenomenológica de hablar en términos de receptividad).
Sin embargo, Ramón, no dejas de tener razón. La hospitalidad no se agota en un momento pasivo-receptivo. O incluso podríamos decir que la cuestión es que la receptividad nunca es mera receptividad. Hay, pues, una dimensión activa en la que el existente se pone en juego en la hospitalidad. De ahí la importancia de un término que en mi comunicación aparece (aunque, ciertamente, casi de pasada): el respondiente. Pensemos en el ejemplo de la película que proponía. La protagonista toma partido, pasa a la acción: por ejemplo, toma la decisión de conservar la clínica pública, y se preocupa e investiga la identidad de la fallecida(incluso poniéndose ella misma en peligro). Es decir, y esta es una perspectiva muy existencialista, ante la llamada de la alteridad uno siempre es ya respondiente. Aunque no quiera. Ignorar esa llamada es ya una forma de responder.
c) Esta cuestión podría dar lugar, sin duda, a un debate muy extenso. Me gustaría aclarar, sin embargo, que, desde el pensamiento de Lévinas, el Rostro (Visage) no es la cara. El Rostro es lo que está más allá de la cara. Por usar otros términos, el Rostro es ontológico, mientras que la cara es óntica, o el Rostro es a la cara lo que el pour-soi al en-soi (Sartre). (Habría, sin embargo, que matizar estas cuestiones).
Así que podríamos pensar que las mascarillas ocultan o tapan la cara, pero no el Rostro. Este no se ve necesariamente mutilado por la mascarilla. Porque, en cualquier caso, el Rostro nunca se ve. Podríamos entonces pensar, quizás, que la mascarilla ofrece una oportunidad para pensar y recordar que el otro (el Rostro) está más allá de su cara, que no se agota en esta. Podríamos también pensar que, por tanto, el Rostro aún pudiera seguir encontrando medios de expresión distintos al facial: por ejemplo, la palabra, o la mirada.
Por otra parte, hay una cosa que es cierta. Y es que la cara no deja de ser un rastro fundamental que nos pone siempre tras la pista del otro, del Rostro. Si es el Rostro la fuente expresiva, por así decir, es la cara lo propiamente expresivo (aunque no únicamente la cara, por supuesto). Es decir, no se trata de que el Rostro sea la realidad tras la apariencia (cara). Esto sería recaer en un dualismo difícil de sostener. La cara es ese elemento inter-subjetivo a través del cual puede el Rostro auxiliar su propia manifestación. Cabe, así, comunuicación.
De este modo, aunque es importante tener presente que la cara no es el Rostro, y que este no se agota nunca en aquella, también es importante destacar la dimensión comunicativa y expresiva de la cara. Podría pensarse, por tanto, que en cierto modo la mascarilla coarta la capacidad del Rostro de auxiliar su propia manifestación. Todo esto, sin embargo, habría que considerarlo más detenidamente.
Con respecto a lo último , y sin ánimo de extenderme más de la cuenta, quisiera simplemente señalar que hace mucho ya que nuestras sociedades muestran un especial interés de control, incluido el "control de la alteridad". Lo otro, lo extraño, lo extranjero, todo ello es, sin duda, inquietante. Así, ya de entrada se pretende tener un "perfil" lo más concreto posible de los individuos. El desafío ético-fenomenológico del Rostro (Lévinas) es preciamente pensar la alteridad sin que sea ya de entrada determinante la pregunta por el nombre, el estatus social, la nacionalidad, el género, etc.
Con relación a las mascarillas en particular, y ahora desde una perspectiva política, yo personalmente no condenaría su uso ni obligatoriedad, hoy por hoy al menos, como parte de una estratagema política de control. Habida cuenta de la situación de emergencia sanitaria y de su recomendación por parte de avaladas instituciones médicas. Sí creo que hay en la sociedad, y desde hace mucho más tiempo otras muchas dinámicas que sí coartarían o "mutilarían" el Rostro.
De nuevo, muchas gracias por tus preguntas, Ramón.
Un cordial saludo,
Ignacio Vieira
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Ramón Torres Villegas
Comentó el 10/12/2020 a las 17:23:35
Pues muchas gracias nuevamente Ignacio. Tanto por sus respuestas como por las diferentes matizaciones. Desde luego es un tema que daría para largo.
Mucho ánimo en tus investigaciones y un saludo,
Ramón.
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