El debate televisivo se erige en el panorama audiovisual actual como un formato de especial importancia. La variedad tipológica es grande: se pueden hallar debates sobre la actualidad política y social, sobre eventos deportivos, sobre la vida de personajes de la prensa rosa o, incluso, debates sobre contenidos de otros programas (con especial incidencia de los reality-shows). Ahora bien, ¿resulta adecuado englobar tal multiplicidad de programas bajo la etiqueta de “debate televisivo”?
Tal duda surge ante la dificultad de hermanar temáticamente un debate sobre, por ejemplo, las elecciones generales, con uno relativo a las cuitas amorosas de la estrella televisiva de turno. Es entonces cuando parece aflorar una contradicción conceptual: si bien la dependencia de la tertulia radiofónica (consistente, fundamentalmente, en personas conversando) parece ligar formalmente a todos estos formatos, la distancia entre los contenidos plantea la posibilidad de segregarlos en diferentes géneros. Por lo tanto, parece que la pregunta pertinente es si el debate televisivo se ve definido por sus rasgos formales o por sus contenidos temáticos.
La hipótesis de este trabajo es que, definitivamente, los debates televisivos lo son en tanto en cuanto se configuran expresivamente de una manera concreta: es su estructura formal la que los define, independientemente de aquello sobre lo que verse el debate. Partiendo de esa premisa intelectual, los objetivos fundamentales de esta propuesta son dos: en primer lugar, describir los rasgos característicos de los debates televisivos como género televisivo desde un punto de vista formal; en segundo lugar, comprobar la naturaleza de la deriva que el concepto de “debate” experimenta en su paso del medio radiofónico al medio televisivo.
Metodológicamente hablando, la presente propuesta se apoya en las referencias teóricas que estudian el discurso televisivo, haciendo hincapié en la esencia espectacular de este. Así, las ideas de clásicos como Debord o González Requena conviven con otras aportaciones más recientes como las de Imbert, proporcionando el utillaje apropiado para hacer un análisis de casos, entre los que se incluyen La Sexta Noche, Sálvame o ¿Quién educa a quién?, recogiendo así las principales variantes de lo que el imaginario colectivo señala como debate televisivo.
Anticipando algunos de los elementos básicos que vertebrarán la discusión correspondiente, la ponencia abordará la idea de que la tertulia radiofónica, por los propios límites formales del medio, tendía a un propósito eminentemente informativo (utilizando el concepto tal y como lo hace Palao Errando), mientras que el debate televisivo, atendiendo a esas mismas constricciones formales, apunta de tal manera al espectáculo que dificulta ya no el dominio, sino la mera presencia de lo informativo. En este caso, las conclusiones intentarán dilucidar si, en realidad, el debate televisivo es formalmente incompatible con una función informativa.
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Carlos Urrego
Comentó el 12/12/2020 a las 15:41:29
Muchas gracias por esta ponencia. Sin duda el debate en todo el mundo se ha convertido en un ejercicio más de espectáculo que de información, formación y contrastación, como usted lo dice, algo distinto a lo informativo. ¿Hay ejemplos exitosos que logren mantener ese estándar que podríamos llamar antiguo en medio de todos estos cambios?
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José María Galindo Pérez
Comentó el 12/12/2020 a las 16:12:14
Muchas gracias por el comentario, Carlos. Me cuesta pensar en un ejemplo televisivo en el que el espectáculo no domine sobre la información. Los participantes en debates y tertulias (ya sean políticos, ya sean de sociedad) creo que son conscientes de que generan más a partir de su propio aparecer en escena que mediante el contenido de su discurso, y actúan en consecuencia.
El ejemplo más alejado de esto que se me ocurre es, paradójicamente, de ficción: en la serie 'El Ala Oeste de la Casa Blanca', un dejate entre candidatos a la Presidencia en la que deciden saltarse las normas preestablecidas y lanzarse a la confrontación dialéctica sin más.
Supongo que es llamativo que un escenario así sea más posible en la ficción que fuera de ella.
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Álvaro Ramos Ruiz
Comentó el 11/12/2020 a las 16:41:15
Enhorabuena José María por la ponencia. Muy interesante la comparativa entre el medio radiofónico y el televisivo. Al hilo de la pregunta de Clara Sanz, ¿cree que se debería cambiar el formato de debate que se realiza en España? Y en este sentido, ¿considera que los moderadores deberían ser más incisivos para que los políticos verdaderamente realicen un debate? Muchas gracias.
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José María Galindo Pérez
Comentó el 11/12/2020 a las 21:29:25
Muchas gracias por el comentario, Álvaro. Con respecto a las preguntas, el problema creo que no es el formato, sino la propia televisión como dispositivo. En el caso de los líderes políticos, creo que el argumentario les da para salir del paso casi siempre (incluidos formatos en los que las preguntas las hacen ciudadanos anónimos), y pienso que hay suficientes periodistas con la mordiente necesaria.
La cuestión está en que la televisión hace del líder político un objeto de deseo escópico, un reclamo visual (sensorial y, en última instancia, emocional) para la mirada de los espectadores. Y en ese terreno la dialéctica, verbal y/o de ideas, tiene mal encaje. Los líderes políticos lo saben, y por eso, en líneas generales, van. La cosa cambia cuando de aceptar ruedas de prensa se trata: ahí el dispositivo visual se difumina (un corte de una rueda de una rueda de prensa sí puede ser retransmitido por radio o recogido en prensa escrita), y lo racional del dejate sí cobra mucha más importancia.
Bajo mi punto de vista, la tendencia debería ser la de informar sobre el espectáculo (incluido el que protagonicen los políticos), y no espectacularizar la información.
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Alba Diez-Gracia
Comentó el 10/12/2020 a las 21:03:13
Hola José María, muy interesante tu ponencia. ¿Cree que esta escenificación espectacularizada de los debates puede incrementar fenómenos como la polarización entre la audiencia?
Muchas gracias, un cordial saludo.
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José María Galindo Pérez
Comentó el 10/12/2020 a las 22:58:29
Muchas gracias por el comentario, Alba. La pregunta es muy interesante, y me hace plantearme si la dinámica espectacular(izada) de los debates es una de las causas o uno de los síntomas de la citada polarización. Supongo que, como todas las respuestas a esa clase de preguntas, se impone una contestación que huya del binarismo de lo uno o lo otro.
Tiendo a pensar que la polarización de la audiencia (incluso yendo más allá, de la ciudadanía) responde a un conjunto de factores complejo (y confuso), en el que la dinámica informativa (en la que comparecen esa escenificación espectacularizada de los debates, la cultura del "zasca" en redes, la contaminación de las noticias por la retórica de los géneros de opinión...) juega un papel más que notable.
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CARMEN DE LA MATA AGUDO
Comentó el 10/12/2020 a las 13:42:52
José María, me ha parecido muy interesante tu ponencia. En este sentido, desde mi enfoque de trabajo que es la perspectiva de género, me planteo la diferente posición de las mujeres y su voz como periodistas informativas en ambos medios. ¿Es más difícil el medio televisivo para crear un perfil profesional que no se asocie al espectáculo?
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José María Galindo Pérez
Comentó el 10/12/2020 a las 22:45:17
Muchas gracias por el comentario, Carmen, que, además de interesante, resulta muy pertinente.
Porque los estudios de género tienen mucho que decir, y muy importante, sobre cómo la imagen televisiva, como espectáculo, se vale del cuerpo de la mujer y del discurso sobre lo femenino para reforzar su carácter de objeto de deseo para la mirada del espectador.
En respuesta a la pregunta planteada, creo que sí, porque la periodista que aparece en televisión debe combatir una doble tendencia "espectacularizadora": la propia de la imagen televisiva, y la asociada al cuerpo femenino como objeto de deseo. En ese sentido, parece obvio que determinados atributos físicos siguen jugando un papel importante (en otras palabras, el canon de belleza tantas veces cuestionado parece gozar de una mala salud de hierro). E igual de evidente, al menos para mí, resulta el hecho de que los periodistas varones no tienen que responder a esa clase de exigencias estéticas.
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Clara Sanz Hernando
Comentó el 09/12/2020 a las 09:55:09
Teniendo en cuenta cómo se organizan los debates últimamente, donde todo es pactado entre las partes, parece cada vez más remota la posibilidad de que incorporen un componente informativo que permita a la audiencia posicionarse por tal o cual candidato. Creo que hace más la imagen que ofrezcan y las formas que utilicen, que los propios argumentos para defender o refutar una idea. ¿Comparte esta opinión? Muchas gracias.
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José María Galindo Pérez
Comentó el 10/12/2020 a las 22:37:38
Muchas gracias por el comentario, Clara. Los mal llamados debates televisivos se estructuran siguiendo una dinámica de competición, y es verdad que, para conseguir la victoria en ese contexto, es un factor mucho más decisivo el despliegue estético.
Lo que matizaría es eso de que los debates están pactados. Una expresión así sugiere un acuerdo expreso, una confabulación explícita, y en este caso creo que opera más un consentimiento tácito en el que todos los participantes asumen tanto las reglas del formato como el rol que han de desempeñar. Como espectáculo, todo se configura de manera que el tertuliano deja de ser informador/opinador para convertirse en actor (en el sentido teatral del término). De ahí que los argumentos suenen muchas veces gastados: no se trata de añadir densidad informativa, sino de confirmar las expectativas escénicas.
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