El pintor cordobés Julio Romero de Torres (1874-1930) nace en un contexto propicio para desarrollar una carrera profesional vinculada al arte. Sus años de formación los pasó en Córdoba bajo las influencias del Museo Provincial de Bellas Artes, la casa familiar y los círculos culturales cordobeses. Pero en 1915, al conseguir una vacante de profesor en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, decide instalar su estudio-taller en Madrid, ciudad que jugará un papel destacado en su desarrollo artístico y personal.
Estuvo afincado en la capital hasta principios de 1930, cuando en el contexto de su participación en la Casa de Córdoba de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, es reclamado para atender los trabajos de montaje de la sala que se le dedica. Hecho que se trunca al caer enfermo y muriendo finalmente el 10 de mayo de 1930.
El objeto de esta comunicación es el taller que Julio Romero de Torres regentaba en Madrid, situado de 1915 a 1930 en un pabellón anexo al palacio Longoria de Madrid. De su estudio y análisis se pueden extraer algunas de las claves para entender su personalidad artística y privada, ya que era un lugar estrechamente vinculado al pintor. Como muchos otros, además de ser este un lugar de trabajo, siguiendo a Bätschmann, De Poli, Gamboni, Herrmann y Waterfield en su artículo “De l’atelier au monument et au musée” publicado en la revista Perspective en 2014, estaba destinado a la creatividad, la creación, exposición y venta de obras, en él exponía sus colecciones, desarrollaba su vida y mantenía encuentros con amigos, artistas y visitantes.
Para definir nuestro objetivo, partimos de la hipótesis de que, tras la muerte del pintor, el ambiente que se vivía en su taller sirvió para la creación de diseños y discursos museográficos destinados al Museo que se le dedica en Córdoba en 1931. En la actualidad, el estudio madrileño de Romero de Torres ha desaparecido, es por ello que el objetivo de esta investigación es proponer las bases metodológicas para la recuperación de su ambiente. Los estudios-taller de artista se caracterizan por su fragilidad y caducidad al estar en constante cambio y que no muchos han llegado a ser conservados. A pesar de ello, son lugares con un fuerte valor narrativo cuya recuperación nos puede evocar y despertar la memoria del trabajo y la vida doméstica del personaje que los habitó, en nuestro caso, la de Julio Romero.
Partiendo de estos presupuestos, pretendemos que sirva para abordar una posible recuperación de este lugar siguiendo una metodología de recreación de ambientes basada en el uso de fuentes audiovisuales como la fotografía, y descripciones y crónicas contemporáneas del espacio y el ambiente. Al mismo tiempo, por el valor museográfico que guarda, su análisis nos va a permitir conocer en profundidad su posible relación con las museografías de las salas del primer Museo Julio Romero de Torres de Córdoba. Por último, todo ello va a otorgar un conocimiento mayor y holístico de la figura del pintor cordobés.
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María Dolores García Ramos
Comentó el 11/12/2020 a las 19:33:35
Buenas tardes Adolfo,
El taller madrileño de Julio Romero de Torres era una pabellón anexado al Palacio Longoria de tamaño medio. Tenía un gran salón, que es el que aparece en las imágenes que comparto en la presentación y otra sala secundaria, de menores dimensiones, conectada sin límite de continuidad. Analizando las fuentes, el espacio estaba bastante bien compartimentado por funciones, si bien, todo quedaba abierto y en la misma estancia. Había zona de trabajo artístico, un pequeño despacho, zona de descanso, de exposición de obras suyas o de su colección particular, un rincón para recibir visitas.... (todo lo detallaré en el texto final). Respecto a la exposición de su obra, no había ningún pudor en exponerla, de hecho, en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929 (https://www.upo.es/revistas/index.php/atrio/article/view/4246 ) se le dedicó una sala en la Casa de Córdoba donde se exponían abiertamente sus obras, la gran mayoría de ellas procedentes del taller de Madrid. Por ese taller pasaron muchos amigos, unos para comprar, otros para visitar al pintor, otros para echar un rato de cante... En las fechas en las que se abre el taller, Julio Romero ya era un pintor consolidado y de éxito. De todas formas, en la documentación trabajada nunca he observado que tratase de ocultar su obra, pero al hilo de tu pregunta, voy a revisar a ver si detecto algo.
Muchas gracias por el comentario, llama a la reflexión.
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Adolfo Hamer Flores
Comentó el 10/12/2020 a las 22:31:16
Enhorabuena por su ponencia. Me ha resultado muy interesante. Al hilo de lo que ha planteado me gustaría hacerle una pregunta por si las fuentes conservadas permitieran darle respuesta. Desconozco si el taller de Romero de Torres (aunque imagino que sí) se distribuiría en varias dependencias, unas más enfocadas a realizar sus obras y otras a distribuir su producción pictórica; pero en caso de ser así, me intriga saber si pudo haber una selección de estas habitaciones según los visitantes, o si el espacio de sociabilización y proyección de su obra era el taller en su integridad y sin distinguir zonas. Lo pregunto porque, en caso de que Romero de Torres tratase de visualizar en este su obra más polémica (aquellos cuadros de temática profana pero usando composiciones claramente alusivas a la religión, aunque realmente desconozco hasta qué punto los presentaba abiertamente) en las paredes de su estudio quizá no sería muy estratégico recibir a todos sus admiradores y posibles clientes en un espacio con trabajos que quizá no eran de su agrado. Muchas gracias
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