El presente texto tiene por objetivo mostrar cómo la educación se ha construido a lo largo de la modernidad en relación con un modelo educativo que se ha ido agotando en las últimas décadas, en medio de las importantes transformaciones experimentadas por las sociedades occidentales en los universos escolar, familiar, juvenil, laboral y del consumo. Y como todas estas transformaciones han creado una serie de inseguridades e incertidumbres que dificultan crecientemente la tarea educativa. Con el propósito de analizar todo ello, el texto que a continuación se presenta se estructura en las siguientes partes. En la primera se describen las ideas fundamentales en torno a las cuales se ha configurado el pensamiento educativo occidental a lo largo de un periodo dilatado de la modernidad, que culminaría en las primeras décadas del siglo XX. Un pensamiento que en un contexto caracterizado por la crisis progresiva del modelo educativo republicano, fue sometido a crítica y reelaborado por una serie de autores pertenecientes al campo de la sociología crítica y de la pedagogía libertaria. Una crítica, que en el caso sobre todo de estos últimos, partía de la misma tradición del pensamiento que se criticaba. Fue así conformándose un imaginario educativo que legitima y da sentido a los actuales procesos educativos.
En la segunda parte de este trabajo se mostrará cómo este programa educativo, que ha emergido asimismo impulsado por los cambios ocurridos en el mundo occidental en las esferas escolar, familiar, juvenil, del trabajo y del consumo, ha contribuido también en este contexto a conferir un determinado sentido a la acción educativa. No obstante, este sentido, como se pondrá de manifiesto en la tercera parte de este trabajo, resulta cada vez más precario, al no estar vinculado a un modelo educativo que otorgue seguridad y confianza a los procesos de enseñanza y de aprendizaje. La consecuencia de todo ello es una creciente incertidumbre, tanto con respecto a las transmisiones, esto es, a lo que es necesario enseñar, como al aprendizaje, es decir, a lo que vale la pena aprender para alcanzar determinadas metas en la vida. Incertidumbre de la que se intenta salir apelando al imaginario educativo moderno, con el propósito de reencantar los procesos educativos, que sin embargo cuentan con cada vez más sujetos desencantados.
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Maria Jose Barquier Perez
Comentó el 11/12/2020 a las 13:27:08
Buenos días Eduardo y José Francisco,
Agradeceros vuestra aportación y la reflexión que nos planteáis sobre cómo deberíamos plantear el modelo educativo en nuestra sociedad actual, ya que los modelos educativos implantados en el sistema formal como es la escuela o los modelos familiares en torno a la democratización de la educación no se adaptan a las necesidades del estudiantado. Mi cuestión es la siguiente: como sociólogos ¿Hacia dónde debería dirigirse la educación en contextos formales de aprendizaje, es decir, desde la escuela hasta la universidad? ¿Qué opináis de los sistemas educativos basados en la meritocracia?
Un saludo y gracias.
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José Francisco Durán Vázquez
Comentó el 11/12/2020 a las 16:41:48
Los sistemas educativos meritocráticos han funcionado especialmente bien cuando la relación entre el mercado de trabajo y las cualificaciones educativas era positiva, lo q
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José Francisco Durán Vázquez
Comentó el 11/12/2020 a las 16:59:03
Los sistemas educativos basados en la meritocracia funcionaron bastante bien mientras hubo una relación positiva entre las cualificaciones educativas y el mercado de trabajo, cosa que ocurrió en Europa occidental hasta los años 70 de la pasada centuria. A ello había que añadir que para los grupos sociales más elevados la cultura humanista continuaba siendo un medio de distinción. Lo que sucede ahora es que ni funciona el sistema meritocrático por la falta de correspondencia entre educación y empleo, ni la cultura humanista es un medio de distinción para las clases más elevadas. Es en este contexto en el que se degrada la enseñanza formal, incluso la universitaria, legitimada cada vez más casi exclusivamente por su relación con el sistema profesional. Entonces pregunta usted, hacia dónde debe dirigirse la educación. Creemos que en los niveles no universitarios tenemos que ponemos de acuerdo sobre los conocimientos imprescindibles que tienen que tener los estudiantes para comprender y relacionarse con su entorno. Por supuesto los linguísticos, pero también los relacionados con las ciencias sociales, para tener una perspectiva de otras culturas, en un mundo cada vez más global, y por supuesto también los históricos, tan necesarios en unas sociedades cada vez más presentistas. Al lado de estos conocimientos, tendrían que ocupar también un lugar principal las matemáticas y las ciencias naturales. Eso es lo que habría que ir definiendo en el curriculum escolar de acuerdo con las metas que nos marquemos marcar como sociedad para educar a la juventud y a la infancia.
En cuanto a la universidad, creemos que cada área de conocimiento tiene que definir cuáles es el saber básico, del que todos los alumnos tienen que apropiarse para hacer avanzar esa disciplina, por supuesto sin tener como única referencia el mercado. ¿Habría podido surgir una vacuna contra el covid sin la investigación básica que lleva desarrollándose tantos años?
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Juan Agustín González Rodríguez
Comentó el 10/12/2020 a las 22:27:44
Muy interesante la aportación, compañeros. Con el vídeo, me ha surgido una duda sobre la situación educativa actual. ¿Se podría considerar que los cambios sociales que surgirán de la pandemia del covid-19 podrían generar un nuevo programa educativo?
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José Francisco Durán Vázquez
Comentó el 10/12/2020 a las 23:49:21
Resulta dificil a estas alturas saber si la pandemia producirá algún cambio de modelo educativo. Pienso que si ese cambio se produce tendrá que partir de una profunda reflexión sobre el valor cardinal que han tenido la ciencia en la crisis sanitaria, y por tanto aprender a valorar el conocimiento científico y abandonar las recetas, en nuestra opinión superficiales, de que con una insturcción en habilidades se pueden enfrentar los problemas del mundo. La pandemia también podría habernos servido para valorar que quienes actuaron llevados por las circunstancias del presente, sin perspectiva social ni histórica, ni atendiendo al consejo exeperto, sólo movidos por un liderazgo más o menos populista han fracasado en su gestión. Por último también ha revelado las consecuencias negativas que puede tener dejarse convencer por la profusión de opiniones que se vuelcan en las redes, sin más criterio que el de su cantidad.
Necesitamos, pues, transmitir a las siguientes generaciones conocimientos sociales y científicos que les sirvan para discernir lo importante de lo secundario; que les enseñen a interpretar y actuar en el mundo, y no sólo meras capacidades y habilidades para mantenerse en los entornos cambiantes del mundo productivo.
Espero haber contestado a algo de lo que usted preguntaba.
Muchas gracias
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José Francisco Durán Vázquez
Comentó el 10/12/2020 a las 13:27:40
Cómo se puede apreciar de lo que hemos expuesto, partimos de la visión de la educación en la versión clásica durkheimiana, como transmisión entre educadores y aprendices a través de distintos espacios de encuentro. Ese proceso de transmisión, tiene que basarse en una serie de ideas y de principios que avalen el contenido de lo transmitido. Dicho proceso ha sido efectivo mientras los sujetos lo percibieron como un modo efectivo de construir su identidad, y de ser por ello reconocidos y estimados. Cuando esto históricamente ha ocurrido, la educación no planteó grandes debates. Fue el caso del modelo educativo meritocrático republicano vigente hasta los años 70 del siglo pasado. Es precisamente cuando ese modelo se ha erosionado, acusado desde el lado liberal de ser ineficiente laboral y productivamente, y desde el situado más a la izquierda, por ser desigualitario y reproductivo, cuando comenzaron las críticas y las propuestas de una reforma tras otra, y de un informe tras otro. Más allá de lo cual sólo hay, bajo nuestro punto de vista, planes instructivos, esto es, enseñanzas de habilidades sujetas a constantes cambios en un mundo productivo cambiante; pero apenas propuestas acerca de un modelo educativo en relación con el cual se plateen cuáles deben ser los saberes que se enseñen. La pregunta es, y es, enseñar para qué; a la que los jóvenes responder, para qué aprender. El sistema educativo sólo les dice que hay que aprender a aprender, confundiendo los medios con los fines.
Sé que esta respuesta abre muchos interrogantes, que por falta de espacio no puedo atender, pero pensamos que en todo caso hay que huir de propuestas de ingeniería educativa, que bajo nuestro punto de vista no tienen en cuenta la dimensión del problema.
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Paloma Rodera Martínez
Comentó el 09/12/2020 a las 09:33:13
Estimados Eduardo y José Francisco:
En primer lugar muchas gracias por su aportación al congreso. Me ha resultado muy interesante el enfoque. Creo que la educación siempre se encuentra en una constante renovación e innovación. Debe ser nueva y adaptarse a los tiempos en los que se desarrolla. Esto es algo que la situación de pandemia ha vuelto a poner en jaque.
Es importante trabajar desde la incertidumbre, y si me lo permiten, en ocasiones, abrazarla, para poder generar prácticas docente que sean funcionales en relación con el alumnado y las posibilidades de enseñanza a todos los niveles.
Saludos cordiales y de nuevo, mi más sincera enhorabuena.
Dra. Paloma Rodera Martínez
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Isabel María Gallardo Fernández
Comentó el 07/12/2020 a las 21:03:43
Muchas gracias por su aportación.
Me parece muy interesante el planteamiento de su ponencia.
Estoy de acuerdo en que cada vez hay más sujetos desencantados en la institución escolar.
Después de escuchar su video, me gustaría plantearles la siguiente pregunta: ¿ Cómo potenciar en los estudiantes de la ESO ese reencantamiento por los procesos educativos?
Gracias
Saludos
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Eduardo Duque
Comentó el 09/12/2020 a las 18:56:52
Cómo hemos puesto de manifiesto en nuestra argumentación, el reencantamiento no depende de una fórmula de ingeniería pedagógica, como a veces parece presumirse desde diversas instancias institucionales afanadas en proponer una reforma educativa tras otra, que crean más confusión que aclaran el panorama. El problema, como hemos sostenido, deriva de la carencia de un modelo educativo que transmita seguridad y confianza a profesores, alumnos y padres. Este modelo tiene que ir más allá de los distintos imponderables que fija el sistema productivo, que aconseja que se enseñe hoy una cosa y mañana la otra. De este modelo carecen también las familias, cada vez más orientadas a los valores expresivos y del rendimiento, que no parecen tener otro horizonte que no sean los sujetos mismos. Familias que se encuentran también atrapadas en las contradicciones que crea el sistema productivo, que coloniza los espacios y los tiempos de la socialización familiar. Habría que plantearse, pues, cómo hacer compatibles los espacios y los tiempos de la producción y de la reproducción de las sociedades, sin lo cual su continuidad se verá amenazada.
En cuanto a los jóvenes, la sociedad tiene que proponerles otros modelos que no sea el que proporciona el universo de la producción y del consumo. Si las instancias educadoras y socializadoras carecen, como hemos dicho, de un modelo educativo que transmitir, y los jóvenes tienen como principal modelo el de la sociedad de consumo, lo más probable, como en la actualidad sucede, es que prefieran no ser orientados por sus mayores, sino integrarse al lado sus iguales en el mundo del ocio y del consumo, donde quieren ser verdaderamente reconocidos. De ahí la separación, más que la confrontación, que se observa entre las distintas generaciones, porque, en efecto, los jóvenes ya no tienen tanto la voluntad de oponerse a lo que sus mayores apenas les transmiten, sino la de habitar en sus propios mundos de vida en compañía de sus colegas, en donde se sienten más reconocidos.
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Paloma Rodera Martínez
Comentó el 10/12/2020 a las 07:55:03
Me parece una reflexión muy interesante en relación a los modelos productivos y de consumo. Creo que es importante el encuentro de reductos, como debe ser la enseñanza, en los que lo importante no sea dar y recibir, si no que se basen en un sistema que contemple la experiencia, casi como algo fenomenológico, en la cual se pueda determinar un aprendizaje basado en competencias y memoria corporal, con procesos que no necesariamente pasen por lo cognitivo y que utilicen la práctica artística como metodología.
En mi compañía, Teatro Al Punto Producciones, estamos desde hace una década desarrollando este método.
Saludos y muchas gracias por la reflexión.
P.
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Albert García Arnau
Comentó el 10/12/2020 a las 12:03:26
En primer lugar gracias por su ponencia y reflexión. Soy profesor en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense y enseño a alumnos de pedagogía, máster de formación del profesorado y educación primaria. Hace tiempo que me pregunto sobre la cuestión del desencantamiento acerca del "modelo", esa idea persistente en los grupos de discusión realizados por los propios alumnos (todos futuros educadores/as) de que más que haber "gozado" de un sistema educativo, lo han "sufrido"; que han sido "víctimas del sistema" y que si han aprendido a sido "a pesar" del modelo. Sin embargo, sus narrativas, esconden muchísimos ejemplos de buena enseñanza, aunque siempre lo remiten al particularismo personalista del "buen/a profesor/a" que supo marcar la diferencia por su pasión y amor personal por la enseñanza. Estos educadores son dibujados como "Quijotes" que educan a pesar del sistema, como quien lucha contra el viento. La sensación que tengo, y la reflexión que quiero plantearles es que, en realidad lo que parece faltar es un modelo educativo para enseñar a enseñar, es decir, un modelo de educación integral del docente como formador y un sistema educativo que acompañe, premie la innovación en el aula, las buenas ideas y su recepción por parte del alumnado. Sé que es difícil perdirle a un sistema burocrático que sea flexible, pero en cierto modo su monolitismo es una falta de confianza sistémica en la propia figura del docente al que, ni el propio sistema de formación cree haber formado bien. Por mi parte, todo lo que he aprendido como docente más allá de los contenidos de la materia (que aprendí en la Universidad), me refiero a oratoria, interpretación, dicción, dinamización, gestión de grupos, manejo de TIC, cultura general del campo de la juventud actual, etc. lo he aprendido en ámbitos extra-académicos.
Que conste que no culpo al docente de no estar preparado para el nuevo modelo de "educación sin modelo", sino que remarco que hay algo de perverso exigir al docente el manejo de competencias holísticas para las que no se le forma. ¿Cómo creéis que podría lograrse que el sistema educativo funcionara como catalizador de nuevas microdinámicas docentes que funcionen o, al menos, las entorpeciera lo menos posible?
Gracias de nuevo por generar esta oportunidad de reflexión colectiva.
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