Si bien los estudios estéticos de Juan Larrea, además de apoyarse, claro está, en la poesía, prestan especial atención al desarrollo de las artes plásticas, podemos encontrar puntuales menciones a la música, siempre en relación con su trabajada teleología de la cultura. Dejando de lado su interés en la obra de Wagner, en su trabajo Del surrealismo al Machupicchu, publicado en 1967, Larrea propone una idea que resulta paradigmática de su progresivamente acentuada defensa de una tendencia disolutiva de las formas estéticas. En este trabajo, muy significativamente, se llega a comparar el paisaje del Machupicchu con un inmenso órgano cuya acústica cuenta “con todos los ingredientes de la más absoluta sinfonía, con todos los fragores y todos los sigilos conservados en las cajas de resonancia de una ausencia preternatural” (1967: 137). Inmediatamente después, el poeta afirma que ni Stravinsky ni Schoenberg podrían haber realizado un trabajo musical -una ópera- articulado en torno a este escenario, pues “comunicarían su emoción personal”. Más adelante prosigue aún: “Por su mediación no sabríamos lo que Machupicchu es, sino cómo un determinado músico que ignora lo concreto de su realidad histórica, responde bajo la inmensa cúpula de las armonías a sus requerimientos altísimos” (ibíd. 137). El testimonio resulta revelador, pues testimonia claramente que a sus ojos el sentido de la cultura reciente no ofrece sólo una renovación epistemológica sino un clímax disolutivo de alcance metafísico. En este sentido, el que César Vallejo compare al Machupicchu con la ciudad de Dios -lo que nos sitúa de lleno en la órbita de Agustín de Hipona-, le ofrece un marco óptimo para incorporar el motivo a su sistema cultural.
El contraste de la poética musical rescatada del comentario arriba recogido con presupuestos de la teoría musical del propio Agustín permitirá ofrecer una filiación sucinta de las ideas en torno a la expresión musical defendida por Larrea. Proponemos, en este sentido, acudir al Libro VI del tratado Sobre la música del obispo de Hipona con el fin de articular teóricamente la idea expuesta en el pasaje y, conforme a ello, poner nuestros hallazgos en relación con la teleología de la cultura del bilbaíno. El lugar subsidiario que los compositores aludidos -Stravinski y Schönberg- ocupan respecto de un objeto definido como “caracola vacía”, en referencia al escenario andino, encuentra asimismo su correspondiente en la primacía que Agustín otorga al fenómeno de la escucha, actividad que nos pone a su vez en relación con la filosofía musical -contemplativa- de Boecio. La base que tomaremos para articular el pensamiento de ambos autores -Larrea y san Agustín- la tomaremos del trabajo de Ramón Andrés Filosofía de la música.
Palabras clave
Ponencia Online
Documentación de apoyo a la presentación ONLINE de la ponencia
Deja tu comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.