La presente comunicación tiene como principal objetivo un acercamiento al estudio de la figura del pensador coreano Sin Chae-Ho (1880-1936) a través de su disposición del pensamiento budista Mahāyāna contra los dualismos del pensamiento político moderno.
Pocos autores gozan hoy día de una influencia en el campo de los estudios contemporáneos de Asia Oriental como es el caso de Dansaeng o Danjae, seudónimos de Sin Chae-Ho. Historiador, autor anarquista vinculado directamente con la modernizadora reforma Gaehwa (el llamado movimiento por la Ilustración), así como enérgico e incansable activista político en contra de la Ocupación Japonesa, contribuyó en gran medida al rescate y desarrollo de un corpus literario y patriótico en el que sustentar el acervo propio del pueblo coreano. En este sentido, publicó numerosos artículos y ensayos en materia historiográfica, así como varias novelas en las que se pone de relieve su joven formación confuciana y cuya ficción transita frecuentemente por elementos de la mitología coreana. De igual manera, en su período de madurez, toma para esta misma línea determinados presupuestos habidos en los clásicos de la Escuela budista Mahāyāna con el fin de hilvanar una crítica al imperialismo discursivo de Occidente. De manera similar a autores más próximos como Walter Benjamin, las formas teóricas y dualistas de proceder del Eurocentrismo (adoptadas de manera muy similar por Japón), precursoras a su vez de las formas de represión moderna y sus alegaciones frente a las culturas a colonizar, se reafirmarían en una determinada violencia mítica.
Así pues, el estado moderno, como invención occidentalizante, nace con el principal propósito de que le sean delegados los ideales vitales ajenos al raciocinio del proyecto kantiano; negando al otro. Por su parte, la violencia mítica, en su búsqueda por la expiación, debe diferenciar a los justos de los culpables y redimir, según su juicio, del pecado cometido; negando la vida misma. En otras palabras, una suerte de auto de fe por parte de los estados salvajes así como una suerte de caridad por parte de los estados modernos.
Frente a ello, Sin Chae-Ho apuesta por una inmersión en la no-redención precisamente a partir de sus encuentros con la tradición budista del Gran Vehículo a partir de elementos como el Śūraṅgama sutra, la figura del santo Bodhisattva y la noción de vacuidad (Śūnyatā). Esto supondría una forma teórica y vital con la que afrontar las contradicciones de la sociedad moderna y la episteme de su logos comunitario.
Por tanto, se propone no solo volver a visitar la figura del propio autor en torno a estos aspectos sino también la de pensadores que podrían situarse en su misma estela de análisis, de posibilidades categorialmente marxistas; movimiento con el que el mismo Sin Chae-Ho habría tenido contacto. Con todo ello, intentaremos abordar paralelamente el debate ontológico-político (la tensión entre el orden de pensamiento y el orden de la política) a través de este pulso religioso e intercultural.
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Comentó el 11/12/2020 a las 19:16:08
Hola Ángel,
muy interesante tu propuesta. No conozco la obra de Sin Chae-Ho, ni tampoco sabía del uso de la metafísica mahayana en términos anarquistas. Veo perfectamente la vinculación entre la teoría de la vacuidad y la postura anarquista -al menos, creo entender de qué forma podría interpretarse la vacuidad para servir a una filosofía anarquista. Ahora bien, obviamente una lectura política del buddhismo en estos términos, en mi opinión tendría que distanciarse bastante del suttapitaka del canon pali, es decir, para interpretar políticamente los nikayas buddhistas habría que desviar -intencionalmente- sus premisas y su significado. Incluso basándose en ese sutta del buddhismo mahayana... me gustaría saber cómo Sin Chae-Ho entendía o reformulaba el concepto de no violencia (avihimsa/ahimsa) y el concepto de ecuanimidad (upekkha/upeksa) tan fundamentales en el buddhismo originario pero también en el mahayana, y cómo hacer esos principios vitales compatibles con una lucha que no sea simplemente la resistencia pacífica, o la desobediciencia civil no violenta. Gracias, un abrazo.
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Á. Manuel Pacheco Suárez
Comentó el 12/12/2020 a las 13:24:29
Estimada Dña. Raquel Ferrández Formoso:
ante todo, agradecerle su interés y comentarios. En efecto, como dice, la postura Mahāyāna de Sin Chae-Ho parece conducir a una serie de callejones sin salida una vez nos encontramos frente a esa clase de virtudes primarias: «ahimsa» o «upekkha», o «maitri» o «karuna». Por el momento, creo que sería acertado afirmar que existe un determinado conflicto. Aunque, conforme avanzaba en mi propio comprensión de su obra, en su forma de relacionarse con el canon budista, algo que deja ver por partes su contenido y su noción respectivamente, tales diferencias iban difuminándose.
Llegado el momento, entendí más fácilmente que su apasionada dedicación y búsqueda de la correcta praxis Mahāyāna, que entreteje a su vez con su pensamiento «minjok» (민족), no podría llevarse a cabo en una "rítmica convencional" ni cercana a los aspectos monásticos. Es decir, si bien su perspectiva analítica parece resultar algo contraproducente con la naturaleza conjunta de los «discursos», hace uso de sus enseñanzas más "urgentes", por así decirlo, en tanto que prioriza la función liberadora y ordinaria de algunas de estas mismas.
En este sentido, Sin Chae-Ho también llevaría hasta estos extremos las pretéritas sucesiones heredadas de la escolástica índica ("subjetivamente objetivas"), subrayadas en la doctrina Mahāyāna, en las que no solo está en juego el «manas» (pensamiento) sino también el «manusya» (agente pensante). Si bien es algo complicado determinar hasta qué punto se involucró teóricamente con estas premisas, podría apelarse a su reseñado conocimiento del Bodhisattva (de la que igualmente hace una contemporánea lectura aún en clave óntico-política) y la virtud por excelencia de esta canónica figura a través del concepto de «prajna-paramita». Este remitiría a la idea de sus «dos verdades»: una verdad convencional-referencial ya dada y una verdad en tanto que sentido y sendero último-y-más allá.
Es innegable que lo interesante de su propuesta radica en su capacidad de trasladar esa cierta dialéctica negativa de las lecturas del Gran Vehículo al terreno de la experiencia del logos (en tanto que nos permite detectar las injerencias «ónticas» del «orden político»). A su vez, habríamos de tener en cuenta el contexto histórico en el que se desarrolla: por lo que es más fácil identificar las derivas nacional-coreanas de su pensamiento que las de su actitud budista; al menos en un sentido, digamos, doxográfico.
Por último, y en torno a estos respectos, e incluso en cuestiones relacionadas con la eutanasia y demás controversias, me gustaría señalar aquí el libro del profesor M. Zimmermann de la Universidad de Hamburgo, «Buddhism and Violence» (2006), que intenta arrojar algo de luz sobre todo ello desde una visión más amplia que no exenta de pujante debate.
Nuevamente, agradecerle su atención.
Un saludo,
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Gabriel Terol Rojo
Comentó el 10/12/2020 a las 12:54:49
Gracias, Manuel, por tu presentación.
Mi pregunta giraría sobre tu opinión en relación al posicionamiento anarquista de Sin Chae-Ho. Concretamente si este vendría influenciado por esa metafísica mahayana y si tu/su propuesta de ontología política alcanza una dimensión próxima a la filosofía política anarquista. ¿Quedaría algún legado actual de ese movimiento en la esencia política, social quizás, coreana? ¿Podriamos destacar referencias actuales o queda en la herencia constitutiva sincrética del país asiático?
Gracias
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Á. Manuel Pacheco Suárez
Comentó el 10/12/2020 a las 18:41:22
Estimado D. Gabriel Terol Rojo:
en primer lugar, agradecerle encarecidamente sus palabras. De igual forma, discúlpeme de antemano puesto que posiblemente caiga en el uso de premisas algo elásticas. En mi opinión diría que la obra de Sin Chae-Ho constituye un reclamo más contra las difusas ópticas con las que se viene abordando el pensamiento anarquista contemporáneo, al menos en sus términos más inmediatos y a efectos de teórica y praxis. A este respecto, me retrotraería a las cartas de Bakunin a Herzen y Ogareff (sorprendentemente premonitorias) acerca de los peligros de entremezclar tales presupuestos con las amenazas de ciertas «burocracias rojas». En este sentido, el estadounidense Noam Chosmky, si acaso una de las figuras más reseñadas actualmente en cuanto al estudio de esta clase de cuestiones, enmarca la ontología anarquista en proposiciones que van desde «el simple y embrionario desacuerdo contra planteamientos de gestión gubernamental (aún en latitudes democráticas, más bien indirectas)», a la amplitud de miras sobre «la vigencia crítica y vital del Discurso de Rousseau de 1775» y su revisión sobre los abusos de las sociedades modernas. En estos momentos, me encuentro indagando en todo ello en tanto que nuevas vías para constatar lo permeable de los «modos del ser».
Por su parte, el trabajo de Sin Chae-Ho se movería mayormente en dimensiones nacionalistas que entre términos de corte budista, a pesar de su sendo conocimiento de estos últimos. No por ello creo que todo esto excluya el carácter «anarquista» de su propuesta (desde el mismo nivel de análisis) una vez se ponen de relieve las conviciones de tal actividad. Si bien en mi comunicación he querido remarcar sus reflexiones acerca de la filosofía Mahāyāna a raíz de su entrega a la vida monástica en Beijing, ya habría mantenido contacto con dicha doctrina durante la primera etapa de su pensamiento (a la par que realizaba una cierta crítica a los planteamientos neoconfucianos que aún imperaban en las instituciones coreanas de entonces). Al fin y al cabo, fue el principal promotor de la denominada «Declaración Revolucionaria Joseon (조선 혁명 선언)» de 1923 empleando la visión del santo Bodhisattva (encarnación «dialógica») como un «modelo-puente» para su particular «no-redención» a pesar de sus posteriores y violentas acciones:
"(...) Incluso si los ladrones japoneses se convirtiesen en Buda o Bodhisattva
con el fin de abolir su gobierno de la noche a la mañana,
de devolver todos nuestros derechos e intereses,
incluso si dejan nuestros asuntos y diplomacia a nuestra autonomía,
retiran a sus tropas y a la policía japonesa de inmediato,
recordad que los japoneses colonizadores son dueños de una soberanía vana.
Es imposible que la humanidad no reconozca a Japón como un país esclavista
sabiendo de su vergüenza."
Por otro lado, la influencia de esta doctrina en Sin Chae-Ho se puede apreciar en cómo la noción de vacuidad-impersonalidad «Śūnyatā» se entreteje con su «recuperación de los valores tradicionales» frente a estas otros «modos móviles» de la cultura colonizadora de Japón. A su vez, se trataría de un pulso que vuelve a reabrir el debate acerca de las llamadas «sociedades de alto contexto», concepto algo denostado por la aparente vagueza de sus acepciones; algo que no tendría en cuenta la naturaleza de las ritualizadas formas de su organización ético-civil. Son numerosas las muestras que Sin Chae-Ho hace de ello en su literatura, siendo una de las más conocidas su obra Dream Sky. En ella recoge a su vez elementos del folclore y la mitología de Corea junto a reflexiones de tipo etnográfico.
Aún así, creo que por el momento sería demasiado arriesgado categorizar el pensamiento Mahāyāna como una otra forma de filosofía política anarquista a pesar de algunas de estas similitudes teóricas; por otro lado, nada marginales.
A día de hoy, la figura de Sin Chae-Ho sigue siendo de gran relevancia incluso a ambos lados del «paralelo 38». No sería una exageración afirmar que fue uno de los pensadores más relevantes dentro de las categorías del anarquismo coreano. Cabría recordar igualmente a su coetáneo Kim Chwa-jin (1889-1930) o al gran teórico del anarquismo Ha Ki-Rak (1912-1997), autor de A History of the Korean Anarchist Movement. Aunque como en muchos de estos casos, el factor «anarco-revisionista» de este tipo de autores pasa a ser algo casi testimonial en comparación a otros aspectos de su trayectoria. El valor de la obra de Sin Chae-Ho, como en esos otros casos, parece ser que radica más en su esencia contra el magmatismo del acervo chino y japonés; es decir, en recalcar una conciencia común del pueblo coreano que de cuenta de sus propios rasgos en los estudios de Asia Oriental. En este sentido, recuerdo igualmente la figura de Yi Hwang (1501–1570) que habría conseguido situar a Corea entre las primeras filas de las letras su ámbito al proponer una novedosa metafísica desde los fundamentos del neoconfucianismo y el daoísmo precisamente fuera de las fronteras del país de origen de estos modelos de pensamiento.
Nuevamente, muchísimas gracias por su atención.
Reciba un cordial saludo.
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