CÓD.N03-S07-13 ONLINE

Posverdad como crisis. ¿De qué?

La ponencia profundiza en el origen mediático del término “posverdad” elaborando una crítica a las líneas predominantes del discurso que contiene.

Esta crítica busca plantear una reflexión sobre el carácter reaccionario que pueda tener un concepto que declara periclitado un orden anterior caracterizado por el valor normativo de la verdad, con el foco puesto en la experiencia humana actual de los modos de consumo masivo de “hechos discursivos” (Carrera P., 2018), defendiendo que se produce una modificación de la mirada colectiva circunscrita a una idea hegemónica de verdad factual, y preguntándose por el alcance del paralelismo entre lenguaje y pensamiento en relación con las nuevas narrativas y formatos transmedia. Respecto a esto último, la intención es analizar también la idea orwelliana de degeneración del lenguaje en el contexto actual, como argumento que figura en el imaginario académico para explicar la influencia negativa, e incluso antidemocrática, de determinadas historias (factuales y difundidas masivamente, es decir, narraciones mediáticas sobre hechos) en la opinión pública.

A su vez, se propone que esta modificación en la experiencia de verdad tiene un efecto ‘masaje’, en el sentido mcluhaniano del término, en la actitud de un ‘omni-espectador’ a dos niveles: a nivel individual, mediante un proceso similar al de “reactancia” psicológica (Brehm, J., 1966) unida a la disonancia cognitiva; y colectivo, desde el momento en que tiene lugar un cambio en la credibilidad social, entendida desde la cultura política, con la “revolución comunicacional” (Ramonet, I., 2017) como hito histórico en el sentido de “cleavage” (Rokkan, S. y Lipset, M., 1967).

Con estos elementos y conceptos teóricos, se intenta describir ese efecto del fenómeno de la posverdad en el receptor-lector-consumidor-ciudadano desde un punto de vista múltiple, que integra distintas dimensiones (comunicativa, psicológica, política, ética) como elementos de un mecanismo esencialmente retórico.

Como parte de esta explicación, se analiza la ‘discursividad’ automática de las noticias ‘falseadas’ en el ecosistema de medios actual desde un funcionamiento pragmalingüístico; así como el rol del marketing en la relativización de la gravedad de mentir ante un público.

Por último, se introduce el periodismo en la ecuación para argumentar el valor comunitario de la verdad con una perspectiva política, basada en la necesidad de pluralidad crítica para sostener su existencia en democracia.

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democracia Medios de comunicación periodismo posverdad Retórica

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Hay 15 comentarios en esta ponencia

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      Salvador Mayordomo Hernández

      Comentó el 13/12/2020 a las 00:12:10

      Hola Andrea, felicitarle por la ponencia y la claridad de la exposición. Solo preguntarle su opinión sobre si ¿La relativización de la gravedad de mentir ante un público, le parece que puede haber mediatizado el discurso y el liderazgo político durante la crisis del COVID-19? Aún no resuelta desgraciadamente.
      Gracias por su atención.

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        Andrea Pérez Ruiz

        Comentó el 13/12/2020 a las 19:10:49

        Salvador, encantada de saludarle y gracias por su comentario.

        La pregunta me recuerda directamente, y discúlpeme de antemano si no la comprendiera bien, a una cita de Bonnafus: “¿Existe hoy en día algún discurso político ‘puro’ que no pase por los medios de comunicación?” (1998).

        Teniendo en cuenta que hablamos en todo momento de discurso mediático, es en el contexto de los medios de comunicación como canales (en el caso que usted apunta, de propaganda) que debe ubicarse todo análisis del escenario político sobrevenido con el Covid-19.

        A partir de aquí, creo que es evidente que los ciudadanos hemos asistido a una sucesión de estrategias de construcción de liderazgo político muy marcadas a lo largo de los últimos meses por parte de las distintas administraciones y partidos.

        Este comportamiento, protagonizado por responsables públicos y centrado en la imagen, desde mi punto de vista tiene su ejemplo más claro y decepcionante en la competición personalista de algunas autonomías en la especie de ‘carrera’ por estrenar medidas sanitarias de forma anticipada o directamente antes que el resto de regiones o que la propia Administración central.

        Con todo ello, no cabe duda de que el significado de nociones políticas básicas (como el bien común y el interés general) o de valores (como la solidaridad y la unidad) queda desplazado a un segundo plano al entrar en conflicto con la definición de un fin superior: la construcción de un relato que defienda la acción de gobierno de un ejecutivo o, en el caso de los grupos de la oposición, que consolide una posición alternativa que se perciba como la verdadera solución a la crisis.

        Gracias de nuevo por su pregunta. Le envío un saludo.
        Andrea

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      Joaquín Galindo-Ramírez

      Comentó el 11/12/2020 a las 20:23:18

      Hola Andrea, enhorabuena por un trabajo tan divulgativo. Considerando la mercantilización del relato de la verdad, que nos llega necesariamente mediado y con determinados fines, querría preguntarte acerca de la función que pueden estar jugando las fake news en el cuestionamiento de valores que estaban solidificados en nuestra sociedad para favorecer determinadas ideologías.

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        Andrea Pérez Ruiz

        Comentó el 13/12/2020 a las 12:23:32

        Encantada de saludarle, Joaquín, y muchas gracias por su pregunta, muy atinada.

        Le agradezco muy especialmente que me dé la oportunidad con su pregunta de comentar la relativización de valores porque efectivamente es un punto clave en la comprensión de las consecuencias políticas que acarrea el problema de la posverdad y que mi comunicación deja fuera por falta de espacio.

        Partiendo de que el marketing político nace necesariamente unido a un propósito persuasivo, su naturaleza explica que se haya desarrollado principalmente en democracia, ampliando y perfeccionando su técnica para abarcar un mayor número de simpatizantes. La necesidad de hacer llegar un mensaje que influya en la opinión pública (por ejemplo, en las decisiones de consumo de los individuos, pero también de voto del ciudadano) lleva a los actores de parte (que pueden ser empresas, fuerzas políticas o grupos de presión) a elaborar una estrategia de comunicación masiva alineada con sus intereses, que es el contexto en que pueden entrar en juego las fake news como una mala praxis.

        En este proceso, la perspectiva desde la que el relato político, comercial, interesado, presenta una realidad determinada es inevitablemente parcial por priorizar aquellos aspectos de una realidad que buscan favorecer la posición del que lo emite. Esta narrativa compone una visión intrínsecamente sesgada que maximiza unos atributos del objeto representado frente a otros que disimula u omite intencionadamente, pudiendo llegar a introducir la falsedad como un elemento más en la construcción de su mensaje.

        En mi opinión y como trato de explicar en mi ponencia, a este tipo de discursos (específicamente el comercial y, desgraciadamente en este sentido, no pocas veces también el periodístico) subyace una consideración predominante del individuo como consumidor antes que como ciudadano. A partir de aquí, la ‘prostitución’ de valores cívicos sobre los que se fundamenta todo consenso político, sin duda puede producirse como consecuencia de un relato que actúa en beneficio propio.

        Gracias de nuevo y le envío un saludo.
        Andrea

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      Agustín Sánchez Cotta

      Comentó el 11/12/2020 a las 15:54:49

      Estimada Andrea,

      Enhorabuena por su presentación. Me ha parecido sumamente interesante, es un análisis que profundiza en la actividad de los discursos posverdaderos, yendo más allá de su definición.

      Tengo una pregunta. ¿Cuál es el rol de los medios de comunicación información ante la problemática surgida por el marketing de la comunicación digital y la proliferación de noticias falsas, junto con su desencadenante relato posverdadero? Entiendo que los medios de comunicación tienen un compromiso con la ciudadanía por aportar una información veraz, necesaria para el funcionamiento de nuestras sistemas democráticos.

      Muchas gracias.

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        Andrea Pérez Ruiz

        Comentó el 13/12/2020 a las 11:46:27

        Hola, Agustín.

        Le agradezco mucho su valoración: efectivamente, más que centrarme en elaborar una definición conceptual, con mi comunicación trato de recopilar elementos contextuales del proceso esencialmente comunicativo en que opera un relato posverdadero, y que influyen, a mi juicio, en el proceso de decodificación individual que inevitablemente lo acompaña.

        Coincido absolutamente con usted: el papel de los medios de información, concretamente del periodismo, debe orientarse hacia su función social, que coincide con su razón de ser, y sin olvidar nunca que el público al que se dirige es la ciudadanía.

        La premisa fundamental es que cada miembro de una sociedad democrática, como sujeto de derecho, tiene reconocido constitucionalmente el acceso a una información veraz. A mi juicio, la elección del periodismo no puede ser otra más que esta.

        En otra ponencia con la que participo en el simposio vecino de ‘Ética comunicativa y responsabilidad social’, elaboro una reflexión sobre el periodismo como vehículo de pensamiento crítico, entendido como la institución pública que debe ofrecer la garantía de una información rigurosa, bien contrastada y de calidad, de manera que este derecho fundamental no se vea vulnerado en la práctica.

        Si me permite, le comparto el enlace por si fuera de su interés: https://youtu.be/EOd1Mn_l7fA

        Muchas gracias de nuevo y le envío un saludo.

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      José María Menéndez Jambrina

      Comentó el 10/12/2020 a las 19:37:59

      Hola, muy interesantes tus reflexiones y datos. En m caso participo con una ponencia sobre Posverdad - curiosamente existe un vocablo casi en desuso, que define perfectamente este concepto: Paparrucha. La Real Academia Española la define como “noticia falsa y desatinada de un suceso esparcida entre el vulgo. Tontería, estupidez, cosa insustancial y desatinada”. que quizá podría sustituir a Posverdad. ¿Estarías de acuerdo?
      Gracias y saludos

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        Andrea Pérez Ruiz

        Comentó el 12/12/2020 a las 18:15:20

        Hola, José María, y muchas gracias por tu comentario.

        Absolutamente. Yo creo que al propio hecho de que se popularice la palabra 'posverdad', como trato de explicar en mi comunicación, lo acompaña un discurso cuya función viene a reivindicar una serie de presunciones sobre la verdad factual, racional y objetiva en relación con un estatus mediático del relato verídico, asociado con los medios tradicionales en oposición a internet (y sin cuestionar, esta es la crítica, el cruce de intereses presente en toda línea editorial). Pero, desde esta misma lógica y como muy bien apuntas con tu ponencia, desde luego el término ‘paparrucha’ arroja una perspectiva crítica sobre la novedad, un poco artificial, del fenómeno de la posverdad que, en definitiva, sí consiste en la definición que ya recogía con anterioridad ‘paparrucha’.

        Mi única duda es si ‘paparrucha’ refleja una característica, en mi opinión, clave del relato posverdadero: la actitud del receptor que, ante una ‘paparrucha’, acepta su falsedad a sabiendas e independientemente de que sea fácticamente posible. Quizá esta circunstancia es nueva en el sentido de que está relacionada con el actual sistema de producción masiva de relatos, que desborda nuestra capacidad individual para contrastar con rigor cada información que nos llega, una visión que a mi juicio entiende al receptor como un consumidor de contenidos más que como un ciudadano sujeto de derecho, en el caso que nos ocupa, de acceso a la información veraz.

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      Álvaro Ramos Ruiz

      Comentó el 10/12/2020 a las 14:17:55

      Enhorabuena Andrea por la ponencia. Muy interesante. Yo quería hacerte una pregunta. Teniendo en cuenta que la posverdad es un fenómeno que lleva varios años estudiándose, ¿se ha observado un cambio de tendencia en la gente de a pie a la hora del consumo de información? O lo que es lo mismo, ¿se sabe si los ciudadanos filtran más la información? Muchas gracias.

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        Andrea Pérez Ruiz

        Comentó el 13/12/2020 a las 04:02:15

        Hola, Álvaro. Muchas gracias por tu pregunta. Para intentar darle respuesta, hay una serie de datos que me parecen muy significativos.

        La tendencia general en el consumo de medios viene apuntando a un aumento muy acelerado y exponencial hacia las redes sociales en un periodo muy breve de tiempo, en términos históricos y en comparación con canales de épocas anteriores. Esto es así especialmente en la franja de edad que va hasta los 30 años.

        Para intentar poner esto en contexto: el barómetro de Edelman Trust mide cada año la confianza pública hacia las instituciones (gobiernos, medios, ONGs y empresas) en veintiocho países del mundo, considerando factores como el sentimiento de injusticia, la falta de esperanza y el deseo de cambio.

        En su informe de 2018, titulado 'La batalla por la verdad', ya detecta un cambio positivo en la actitud de los ciudadanos encuestados ante la información que consumen en los distintos medios (plataformas online, redes sociales, prensa), aunque estos continúan siendo la institución menos fiable de todas: ni la mitad de la población media global confía en ellos a la hora de informarse y su credibilidad se sitúa por debajo del 50% en 22 de los 28 países que forman el estudio.

        Sin embargo, aumenta la confianza hacia los medios tradicionales y el periodismo en cinco puntos frente a un pequeño declive de las redes sociales (plataformas como Twitter o Facebook) y buscadores como Google: la credibilidad de la prensa (online y en papel) sube hasta el 59%, mientras que las plataformas de internet se quedan en un 51%.

        Curiosamente, durante este mismo periodo (2017-2018), el 66% de encuestados afirma que los medios informativos están “más interesados en ganar audiencia que en informar”, el 65% cree que “el rigor se ha sacrificado por el afán de dar la exclusiva” y el 59% opina que “el apoyo a una determinada ideología se antepone al interés público” (ET, 2017).

        A pesar de que la mayor parte del público general es capaz de distinguir entre una información y una opinión, este mismo informe da algunos datos indicativos de lo que podría ser una tendencia: un 63% de encuestados está de acuerdo con la afirmación “la persona media no sabe cómo diferenciar entre el periodismo de rigor, el rumor y la mentira” y un 59% con que “cada vez es más difícil saber si una noticia procede de un medio reputado” (Edelman Trust [ET], 2018).

        Además, a 7 de cada 10 ciudadanos les preocupa también que la información falsa o fake news pueda utilizarse como un arma de manipulación, un dato que se mantiene en 2019, siempre según esta misma fuente.

        A modo de comentario y para concluir, quizá esto último derive en una educación de la mirada, más prevenida y consciente del riesgo de ser manipulada en su lectura de los acontecimientos consumidos a través de los medios de comunicación; y pudiera ser que, en última instancia, esta situación activase una especie de 'mecanismo de auto-protección' en las personas que se tradujera en una actitud más crítica como consumidores de medios.

        Gracias de nuevo y le envío mis saludos,
        Andrea

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      Adrián Neubauer Esteban

      Comentó el 25/11/2020 a las 16:52:45

      Estimada Andrea:

      Ha sido un placer leer tu comunicación. Me interesa saber tu opinión sobre si la derrota electoral de Trump puede ser el principio del fin de la posverdad y de los populismos.

      Gracias de antemano!

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        Andrea Pérez Ruiz

        Comentó el 12/12/2020 a las 18:55:02

        Estimado Adrián, agradezco mucho tu comentario.

        Sinceramente, no me atrevería a afirmar que la derrota de Trump pueda tener un efecto desencadenante a nivel global en el sentido que planteas, pero confieso que suelo ser reticente ante expresiones que anuncian grandes detonantes (incluido, dicho sea de paso, el planteamiento ‘era de la posverdad’); pienso que suelen contener una cierta intencionalidad política, como trato de explicar en mi ponencia.

        Además, creo que la naturaleza histórica de cualquier proceso político tiene un comportamiento pocas veces lineal o que se pueda interpretar claramente en términos de 'una única causa-efecto'. Precisamente por ello, creo que tu pregunta da en el clavo: sin duda el comportamiento institucional de la presidencia de Estados Unidos constituye un límite en sí mismo que funciona como un factor, yo lo calificaría, 'decisivo' en cuanto a su influencia internacional. En este sentido, estoy convencida de que este cambio sí contribuirá positivamente a no promover la posverdad entendida como una mala praxis.

        Yo, desde luego, espero que así sea y que la nueva presidencia entienda esta responsabilidad y la asuma con una actitud que cultive el respeto hacia la verdad y el conocimiento científico; una visión imposible de ignorar en un panorama global interconectado en el que el papel y la importancia de la política basada en la evidencia se hace cada vez más innegable.

        Te mando un saludo y de nuevo gracias por tu pregunta.

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