Durante el Romanticismo se aprecia un reconocimiento de lo que hoy denominamos como patrimonio cultural. En efecto, el individualismo romántico comienza a descubrir nuevas realidades simbólicas y afectivas en el «monumento histórico». De esta forma, el monumento se convierte en un catalizador «tangible» de realidades espirituales que conectan con la identidad de los pueblos, en pleno auge de los nacionalismos europeos. En esta comunicación se pretende descifrar qué valores intangibles se esconden en algunos «monumentos históricos» descritos en la siguientes novelas: René (1802) y Les aventuras du dernier Abéncerage (1816), de François-René de Chateabriand; Notre Dame-de Paris (1832), de Victor Hugo y, finalmente, Graziella (1844) de Alphonse de Lamartine. De esta forma, la basílica de San Pedro constituirá para Lamartine «la apoteosis de la piedra, la magnífica síntesis monumental del cristianismo»; o la Alhambra es percibida por Aben-Hamet (personaje principal de Les aventuras du dernier Abéncerage) como el testigo más glorioso de su pasado y su nación perdida. Se considera la prosa romántica francesa como un medio especialmente valioso para el descubrimiento de los valores simbólicos ocultos en los monumentos históricos que, con el paso de los siglos, serán catalogados bajo el concepto de patrimonio cultural. La literatura, y especialmente la prosa romántica francesa, constituye un estímulo para la futura creación de leyes de salvaguarda del patrimonio nacional, tan enraizado en el imaginario colectivo de los pueblos.
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Concepción María Jiménez Fernández
Comentó el 11/12/2020 a las 12:06:36
Estimado Álvaro:
Tu comunicación me ha parecido más que minuciosa e interesante. Enhorabuena y te animo a seguir trabajando en esas dimensiones...
Un saludo.
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